Delirios de una chica joven.

Han pasado dos horas desde la medianoche.
Me tumbo, calor. Me levanto, cansancio.
Tirada en la cama, echo un fugaz vistazo a la ventana y percibo de frente una brisa, fresca y leve.
Tengo antojo de aire en la cara.
Logro activar mi cuerpo, pesando toneladas, kilos de aburrimiento y desvelo.
Ya en pie, procedo a subir la persiana.
¡Ains! Un vientecito me incita a irme a la calle.
¡Ains! Me sentaría muy bien un paseo de madrugada.
¡Ains! No voy a salir.
Con lo bonito que es el mundo, y más cuando es observado en la noche.
Pero, tengo un problema, el mundo no me acepta:
dice que estoy gorda.
He decidido ignorarlo en silencio, desde mi cuarto...