Te aferro suave
entre mis surcos inferiores de guitarra flamenca.
Besas la comisura de mis labios,
donde relampaguea una tímida sonrisa.
Mansa, me abondono en tu ternura infinita.
Tú, morena esbelta de cabello azabache en caracol,
que bautizaste el término belleza, me eliges día a día.
Soy la chica más afortunada del mundo.
Me resulta un poema de buen gusto, amiga.
ResponderEliminarAbrazo