No hay día que no me arrepienta. Pero, ¿de qué me tengo que arrepentir, si yo no tuve la culpa de lo que pasó? ¿O es que acaso sí la tuve? Sé que no es así, pues simplemente te enteraste a los años. Tan sólo atrasé el disgusto. Compréndeme, tenía miedo de tu reacción. Yo, aunque tuviera catorce años, era pequeña y bastante inocente, y lo único que quería era tragarme para mí sola el acontecimiento traumático que me perseguiría el resto de mi vida. Después de un estado de shock que no sé bien cuánto duró, te juro que en lo único que pensaba era: “Por favor, no quiero que lo sepa. Me dejará de querer y me odiará”. No podía soportar el que sufrieras, te quería mucho, tita. Y, en cuanto mis padres tuvieron constancia de la marca que sus manos habían sellado en mí, no tuve más remedio que suplicarles que no te dijeran nada. Prefería ser una desgraciada para siempre antes de verte hecha trizas. Sé que fue una gran equivocación, tal vez la mayor que jamás realicé, pero en ese momento de pánico y confusión, es en lo que me refugié. En el silencio. Un silencio que quise hacer eterno, por no lastimarte.
¡Oh! Si pudieras entrar dentro de mi cabeza tan sólo por un momento y percibir lo duro que ha sido y está siendo el estar separada de ti. Me hundo en un mar de lágrimas cuando se me vienen recuerdos de mi dulce y tierna infancia. Extraño esos veranos en la playa, cuando te ayudaba en el kiosco, te abrazaba, me sentaba encima de ti o de los congeladores donde estaban los helados. Los buenos ratos que echábamos, riéndonos, felices… Puede que yo fuera una niña demasiado mimada, por ti y por el resto de lo que considero mi verdadera familia. A los que, junto a ti, también he perdido.
Yo… Dejé pasar el tiempo. No te creas que mi esfuerzo por olvidarlo logró que quedara en mí una ignorancia. Nunca he dejado de echarte de menos. Nunca he dejado de llorarte.
Porque, a ver, si te lo hubiera dicho en cuanto aquel día llegaste del trabajo sonriente a tu hogar, ¿qué hubiera ocurrido entonces? ¿Hubiera sido todo diferente a como está ahora? O bueno, supongamos que no en ese mismo instante, mejor un día o dos después. Acoso sexual a una menor suena demasiado fuerte. Nadie hubiera sacado de sus labios la horripilante palabra “denuncia”. Y tú, quién sabe si hubieras actuado igual, continuando tu relación con él. Déjame decirte de todos modos, que por mucho que lo odie a él por haberme destrozado la vida y quitarme lo que más quería, con respecto a eso de que decidieras seguir estando con él, el cariño que te guardo es más fuerte que cualquier rencor. Es infinitamente más grande. Sobre todo desde que te dio el derrame cerebral. Pensé que te ibas para siempre, ¿sabes? Que ya no tendría la oportunidad de irme hacia ti y decirte todo esto, y mucho más. De dejarte en claro lo mucho que me sigues importando. Y sí, sigues aquí, y no tengo valor para hablarte.
A veces sueño contigo, y lo correspondes todo. Entonces me despierto y me sumerjo de nuevo en mi inevitable cobardía. Sin saber si te pasa lo mismo que a mí, si también me necesitas.
Cada día que amanezco no puedo hacer más que lamentarme de mi mala fortuna. Si pareciera que estuviera escribiendo estas líneas con sangre, en vez de lágrimas, del dolor que ostento.
Ahora tengo veinte años, he crecido, he cambiado externamente, pero sigo siendo la misma niña a la que criaste y diste su incondicional afecto.
No te preocupes porque está más cerca de lo que te puedes imaginar, y te estará cuidando. Olvida los malos momentos y quedate con lo mejor, con los buenos recuerdos...
ResponderEliminarP.d: no puedo firmar desde mi blog :P ya sabes quién soy...