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jueves, 26 de julio de 2012

Quiero que te quedes (3º Parte)

Apenas la conocía desde hacía un mes y no pude reprimir el vergonzoso acto de la confesión, como si hubiese cometido un delito y tuviese que pagarlo con un duro castigo. Por reprimenda obtuve, dentro de su introversión y mudez, una breve frase indiferente, pero sin serlo en su totalidad y, a su vez, esas letras murmuraban una sonora molestia. Claro está, no éramos pareja, no éramos nada, no nos conocíamos. Pero, sobre todo, no tenía certeza de su correspondencia en sentimientos, solo de mi obsesión por ella.

Ese lamentable bache quedó en el pasado y, por fortuna, esa cosa indefinible como quiera que se llamase que estaba sucediendo entre nosotras, siguió su marcha. Y juro que sentí ese amor que describía Lady Viola en la película Shakespeare in love: “Yo pretendo que haya poesía en mi vida, y aventura, y amor… amor por encima de todo. El amor que es capaz de derrumbar la vida, impetuoso, ingobernable, como un ciclón en el corazón ante el que nada se puede, ya te arruine o te embelese. Yo debo sentir ese amor.”

Un suspiro es expresión en aire. Su significado se halla en un gran arcoíris, y en él, cada color representa una razón de origen. Y ella era la razón de mis suspiros, el motivo de mis sonrisas y la culpable de mis desvelos en la noche.

Finalizó el verano y junto a él mi estancia en la casa de la playa. Tenía que volver al odioso pueblo donde residía el resto del año. Ahora me daría aún más asco la existencia allí, pues estaría sin Internet. De nuevo tuve que hacer triquiñuelas para comunicarme con ella. Locales donde pagaba por un mísero rato de Internet, redes wifi que desaparecían, llamadas telefónicas…

Trabajé durante dos semanas en un almacén de frutas, donde meses después volvería por la temporada de fresas, frambuesas, moras y arándanos. Fueron dos semanas en las que gané poco dinero, pero el suficiente como para ser una agarrada y una buena previsora del futuro que estaba comenzando a imaginar… junto a ella. Me sacaría el carné de conducir ahora que ya no estudiaba y tenía trabajo, e iría a conocerla. Sevilla, ¡cuánto te deseaba!

En un libro de horóscopo perpetuo busqué nuestra compatibilidad. Se me antojaba interesante, y fue delicioso leer lo que quería mi corazón. Por teléfono se lo hice saber. Además, fue una sorpresa la coincidencia de la fecha de su cumpleaños, pues en mis dos relaciones anteriores de más duración, ellas cumplían años con la separación de unos días. Recuerdo contárselo y que se riera tímida comentando lo rápido que la incluía en esa curiosa casualidad.

Una tía suya que vivía por el norte la invitó a su casa y se fue una semana, acompañada de una amiga de la facultad. Yo sabía que su entorno era heterosexual, pero allí, muy cerca del lugar, estaba la chica que yo consideraba mi rival. Una amiga virtual de ella con la que hablaba a diario y de la que siempre tuve unos celos desmedidos. Se verían, lo sabía. ¿Qué pasaría?

3 comentarios:

  1. Respuestas
    1. Gracias por leerme. Hay más. Mi objetivo ahora es terminarla, retocarla y registrarla. Una vez registrada, la publicaré completa, capítulo a capítulo.

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