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miércoles, 19 de septiembre de 2012

Quiero que te quedes (4ª Parte)


(Se llamaba Un imposible posible, pero se quedará así definitivamente). LINKS:
http://veronicadominguezbogado.blogspot.com.es/2012/05/un-imposible-posible-1-parte.html
http://veronicadominguezbogado.blogspot.com.es/2012/05/un-imposible-posible-2-parte.html
http://veronicadominguezbogado.blogspot.com.es/2012/07/un-imposible-posible-3-parte.html

Durante ese tiempo no tuve el más mínimo rastro de ella, no recibí mensajes suyos en las redes sociales, ni llamadas perdidas significantes de recuerdo en mi teléfono móvil. Entonces, esas mariposas en mi estómago que revoloteaban alegremente se transformaron y adquirieron unos punzantes aguijones, que me agujereaban por dentro sin piedad. Pasaba los días, las tardes y las noches, entre cambios de postura en la cama, con el pensamiento de que me ignoraba y meditando si yo le importaba. Por supuesto, imaginaba que quería a la otra, y mil y una preguntas brotaban a la vez por milésimas de segundo. Explotaría.

Apenas hubieron pasado unos días, trasladé mi presencia, un poco de ropa y mi ordenador portátil, a casa de un familiar que tenía conexión a Internet, para pasar el fin de semana allí. Y dichoso el destino que quería que tropezase con ella. Reconozco que no me encontraba muy lúcida, gracias a ese revoltijo en mi corazón al que mi razón era incapaz de imponer un control.

Me esforcé muchísimo para entablar una conversación con ella, y en mis vanos intentos por aparentar normalidad le preguntaba sobre… su viaje. Poco a poco fui sacando los pedacitos de mí en forma de palabras, tecleando sentimientos. Más bien, sufrimientos. En un empujón de coraje le expresé, de forma sutil, mi gran temor y quise saber si era cierto eso que me carcomía por dentro desde el momento en que supe que se marchaba al norte. ¿Se habían liado? ¿Estaban juntas?

La respuesta que recibí fue la peor que me podía haber dado, porque sus palabras fueron escasas, pero las suficientes como para que estalla mi corazón en una infinidad de pedazos. Me recordó mi acto de comienzos de septiembre, en el cual estuve con otra chica, y confesó que algo había pasado. La falta de información fue el arma más poderosa y cruel que existía en ese momento. En cuanto mis ojos terminaron de recorrer esa dura realidad en la pantalla, corté con la mayor rapidez que pude toda comunicación con el mundo exterior. Apagué el pc y el teléfono.
Lloré, relinché, pataleé, y golpeé la cama una y otra vez. Me maldije a mí misma por ser tan estúpida y darme la libertad de sentir tanto por una chica a la que no conocía en persona. Por llegar tan lejos. Debí frenarme a tiempo.

Horas más tarde, en la misma agonía que no se dispersaba, pero que podía equilibrar, encendí el pc en busca de un poema con el que me identificaba en ese momento triste de desamor, y tuve la genial idea de revisar novedades en mis redes sociales, encontrándome así con varios mensajes de preocupación de ella. Procedí a encender el teléfono y saltaron algunas llamadas perdidas. Todas a diferentes horas. ¿Eso significaba que yo le importaba? ¡Bah, qué más daba! Si al fin y al cabo, lo más probable es que estuviera con la otra, que no me quisiera.

Acierto bien si digo que no cené, del nudo tan gordo que me tenía envuelta. A ver quién de las dos dejaba su orgullo atrás para hablar antes. Supongo que fui yo, no lo sé. Hay muchas partes de ese día que, a causa de mi dolor, no recuerdo en mi mente borrosa. Afronté la situación y, junto a mi deseo de que fueran felices tras yo apartarme de sus caminos para siempre, se lo hice saber. Pero algo no andaría bien en su cabeza, llámese remordimientos de pinocha, que luego trató de convencerme de que lo que me dijo por la tarde era mentira.

¿Y ahora quién se creía eso? No era nadie para exigirle nada, pero quise explicaciones de por qué me había mentido de esa forma, cuando tanto ella como yo odiábamos esa conducta de las personas. ¿Por qué esa hipocresía? Y tras mucho raspar en esa introversión siempre tan presente en ella, supe que necesitaba ver mi comportamiento ante eso y que tenía rencor de lo que sucedió en septiembre, y de algún modo le daba un poco de coraje mi reacción cuando yo sí que hice algo. Y yo no condenaba los hechos, en el caso de que hubiera pasado realmente algo, tan solo me hundí en el dolor, inevitable de sentir.

Mi contestación ante su posición fue un manifiesto por mi parte que iluminó la situación entre nosotras, y pudimos ver realmente lo que nos acechaba: amor. Básicamente: me había tenido toda la tarde llorando solo para hacerme saber que sentía lo mismo por mí. ¡Vaya forma más extraña de demostrar las cosas! Y claro, no por tener en claro los sentimientos de ambas, todo iba a ser a raíz de ahí de color rosa. No sabía si podía confiar en ella.

¿De verdad era mentira? No podía dejar de darle vueltas a todo lo sucedido, y no tuve mejor ocurrencia que cometer la locura de quedar con una desconocida que vivía más cerca de mí que ella y a la que tenía más posibilidades de ver. Así que vino al pueblo a buscarme con su coche y me invitó a cenar en la capital. Podría haber sido una delincuente y aun así yo me fui con ella. ¡Loca tuve que ser! Y resultó ser una chica envidiable: simpática, divertida y culta.

1 comentario:

  1. Me encanta la historia y como escribes!! ahora me leo las partes que me faltan!!! ;D

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