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sábado, 29 de septiembre de 2012

Quiero que te quedes (5ª Parte)




Estuvimos toda la noche charlando como dos cotorras, entre risas y risas. No me divertía así desde hacía muchísimo tiempo. Llegué a mi casa con la ilusión de que ese impulso había marchado bien y con la esperanza de que tal vez sería una buena oportunidad para olvidarme de la chica que me quitaba el sentido. Así que tonteé con la nueva mientras me mantenía alejada todo lo posible de Internet, para no caer en la tentación. ¡Y me costaba, eh!

Volví a quedar con la chavalita, y esta vez cenamos en un lugar diferente. Todo fue sencillamente genial. Aclaro que no llegamos a tener absolutamente ningún tipo de contacto, aparte de los dos besos en la mejilla del saludo y la despedida. No sé si era por mi postura de hacer lo correcto o porque en el fondo dudaba de si podría hacer algo, y además, era pronto para indagar en tales averiguaciones. El caso es que cuando estaba de camino a casa, en el coche de esa chica encantadora, algo vibró en mi pierna, y… en mi corazón, en cuanto vi una llamada perdida de… ¿de quién iba a ser? De mi eterna locura. Suspiré, disimulé y a los pocos minutos me despedí de la muchacha.

Esa llamada perdida había sido un golpe bajo en mi lucha contra el olvido. Y ahora que caía en la cuenta, ¡ella no sabía nada de lo que yo tramaba! Es decir, un día sin más me dio ese espinazo de “pues ahora la olvido” y me esfumé. No sabía nada de mí. ¡Qué tonta fui! Pretendía engañarme a mí misma considerando lo buen partido que era la chavalita nueva, que no quitaba que la chica de mi obsesión no lo fuese, que lo era, y además mucho. Pero claro… yo tenía mi desconfianza fija en ella.

Finalmente, un mensaje de texto suyo a media tarde hizo que me diera cuenta de cuán gilipollas puede llegar a ser el ser humano, en concreto: yo. ¡Decía que yo ya no quería saber nada de ella! Reclamaba mi atención… ¡Me extrañaba! Habían transcurrido dos difíciles e interminables semanas sin ella. La necesitaba. Me rendí. No podía dejar de pensar en ella en ningún instante. ¿Cómo pude creerme la patraña de que lograría quitármela de la cabeza?

En dos días octubre daría su fin. No podía seguir soportando esa tontería. Recurrí a mi familiar, de nuevo en busca de Internet y… ¿os lo creéis si os digo que las películas románticas de Hollywood se quedaron en la suela de mi zapato? Me declaré culpable por cometer el delito de alejarme. Le dije que mis días sin ella era un sin-vivir y que no podía olvidarla. Que había ahorrado lo suficiente como para viajar en autobús para verla en persona. Lo dejaba todo para irme con ella e incluso lo haría con los ojos vendados, si así me lo pidiese. Que no podía reprimir más lo que sentía por ella. Y que si ella quería, al día siguiente me tendría allí.

Y con las mismas, el día siguiente me planté en Sevilla. Eso sí, ni dormí ni comí. Bueno, traté de engullir algo de alimento para no descuidar mi salud, y ya está. ¡Madre mía! No recuerdo haber tenido nunca tantos nervios. Visitaba el baño con frecuencia y temblaba de una forma completamente anormal. ¡Quería chillar y saltar! Ansiaba abrazarla con todas mis fuerzas y no soltarla jamás.

1 comentario:

  1. :$ Qué recuerdos... Y qué bonito... ^////^ No sabía que ya te ibas por esta parte... Me ha gustado mucho leerlo... Me ha traído recuerdos y sentimientos de entonces... ¡TE QUIERO! Eres mi bicho tonto favorito :P

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