En mi familia éramos “nosotros”, todos juntos, unidos.
Siempre éramos nosotros.
Siempre éramos nosotros.
Nosotros en el campo cogiendo espárragos, champiñones, leña y piñas secas.
Nosotros en la playa cogiendo almejas, coquinas, alquilando hamacas,
y vendiendo helados y chucherías.
y vendiendo helados y chucherías.
Nosotros viendo todos los partidos de fútbol del Real Madrid Vs Barça.
Nosotros de comilonas, mariscadas, barbacoas de chuletas, pancetas, chorizos y sardinas.
Nosotros yéndonos de viaje en vacaciones y algunos fines de semana.
Nosotros cenando en Navidad…
Desde pequeña, aprendí a adorar ese círculo afectuoso,
que para mí era perfecto.
que para mí era perfecto.
Yo era “la niña”, y me mimaban con una locura desmedida.
“Vamos a coger mandarinas al campo”;
“¿Quieres comerte otro Magnum Cono?”;
“¿Quieres comerte otro Magnum Cono?”;
“Pongamos la mesa. ¿Quieres arroz con pollo?”;
“Mirad, qué mona, ya le están empezando a desarrollar las tetitas.
A ver que las toque. ¡Ay, qué graciosas!”…
No necesitaba nada más para ser feliz.
No necesitaba nada más para ser feliz.
Ahora somos “yo y ellos”, desde hace siete años.
Y siempre seremos yo y ellos.
Y siempre seremos yo y ellos.
Hace siete años, mi vida ideal quebró.
Creo acertar que fue en febrero de 2005, antes de San Valentín.
Yo tenía 14 años.
Ocurrió un sábado por la mañana.
Yo estaba viendo dibujos animados en la televisión con mi hermano mediano,
cuando el novio de una de mis tías favoritas se asomó un rato por mi casa,
como de costumbre, para beber cerveza y echar unas risas con mis padres.
- ¿Chicos, os venís a mi casa y jugamos a la Playstation?
- ¿Chicos, os venís a mi casa y jugamos a la Playstation?
Mi hermano y yo, locos de contentos, dimos un respingo del sofá
y nos encajamos en su coche.
y nos encajamos en su coche.
Cuando entramos en la casa,
observé embobada los diferentes colores de las paredes
observé embobada los diferentes colores de las paredes
y sonreí al recordar que les ayudé a pintarlas
cuando él y mi tía se mudaron.
cuando él y mi tía se mudaron.
Mi tía me decía, chistosa: parece la casa de los Teletubbies.
La televisión tenía una pantalla muy grande y, al jugar a la consola,
te metías por completo dentro de ella,
te metías por completo dentro de ella,
sin poder ver, oír y pensar en nada más que en el videojuego.
Nos turnábamos para jugar.
El hombre de la casa nos sirvió refrescos y se sentó en el sofá a mi izquierda,
apoyando una lata de cerveza en la mesa de delante.
Y, mientras mi hermano, a mi derecha, jugaba poseído al videojuego,
el novio de mi tía nos cubrió con una manta blanca, porque hacía fresco.
Fue ahí cuando comenzó a arrimarse a mí y, yo ingenua,
lo creía como otra muestra de cariño.
lo creía como otra muestra de cariño.
Era lo normal, entre familia, de broma.
También éste antes, alguna vez, me hizo cosas así.
Pero, metió sus brazos debajo de la manta y, de repente,
lo noté muy cerca de mí, nervioso, con la respiración entrecortada.
Con una mano rozó despacio mis pechos. Eso ya no era lo normal.
Para mi hermano solo existía la Playstation
y no reparaba en nada de lo que estaba sucediendo,
y no reparaba en nada de lo que estaba sucediendo,
y eso dio pie a que el otro siguiera adelante con su magreo.
Una vez tocado y retocado mi pecho, fue bajando por mi barriga
y con sus dedos procedió a separarme un poco las piernas. Me tocó…
y con sus dedos procedió a separarme un poco las piernas. Me tocó…
Me recuerdo horrorizada, pálida, inmóvil,
como una muñeca, casi sin respiración.
como una muñeca, casi sin respiración.
Después, se destapó y se levantó del sofá.
Estuvo mucho tiempo en el cuarto de baño.
Yo, inocente, pensé: estará haciendo de vientre.
Mi cuerpo no se movía, pero mis ojos, asustados,
siguieron luego su caminar hasta la cocina.
siguieron luego su caminar hasta la cocina.
- ¿Queréis almorzar aquí? ¿Os hago patatas fritas?
Vuestra tía está a punto de llegar del trabajo.
Vuestra tía está a punto de llegar del trabajo.
En ese momento, clavé la mirada en mi hermano, que no advirtió mi alarma.
Quería irme de esa casa.
Enmudecí. No podía moverme, sólo temblaba.
Vibraba desde la punta de los pies hasta los pelos de la cabeza.
Llegó mi tía, cansada de trabajar, saludándonos con una sonrisa inmensa.
Ignorante de todo.
articulé algunas palabras para decir que me marchaba a casa.
Quise arrastrar a mi hermano conmigo,
pero él se empeñó en quedarse para seguir enganchado a la Playstation.
- Espera, que ahora te acerca mi novio en el coche a casa.
- No, prefiero irme caminando. Vivo aquí al lado.
A la mañana siguiente, reventé en un llanto desmesurado.
Mi madre me preguntó qué me pasaba…
…
Mucha gente cree que las personas que sufrimos abusos sexuales
tenemos traumas y trastornos en la orientación sexual y fobia a los hombres.
La mayoría no saben que casi siempre,
la persona que abusa es alguien de la familia o cercana a ella.
Y todo acto tiene sus consecuencias.
Cuando mi familia se enteró, me regalaron dulcemente un
“lo que te ha hecho tampoco ha sido para tanto”, entre otras cosas.
Nadie se paró a pensar en “la niña” y cerraron su círculo, excluyéndome.
Y, a día de hoy, yo ilusa, sigo esperando que se preocupen por mí.
Ay, joven amiga, esa historia es, desgraciadamente, casi como un padrenuestro que se repite a diario. La niña crece y tiene que enfrentarse al mundo con sus cicatrices...
ResponderEliminarValga que siempre existen los amigos con quienes se puede descargar y nos queda el verbo para sacarnos las angustias.
Un abrazo!
No lo permitas nunca más, por muy sola que te encuentres, estos "tios" son cobardes y tu, seguro estoy, le puedes plantar cara. Otra cosa: con que el caramelo sea amargo para ti, es motivo suficiente. Existe gente amiga.
ResponderEliminarUff!! nena... soy La del face de "Vecivlog".... que fuerte... He leido varios posts tuyos aquí y me encanta cómo escribes pero este sin duda me ha llegado...
ResponderEliminarHay personas que deberían estar bajo tierra.
Y otras personas que deberían arrancarles el corazón. Ah, no... que no tienen....
Muchos animos, a todos nos toca vvir desgracias, a mí tmb muchas, y por eso te comprendo.
Un beso inmenso, y tómate las cosas como te las estás tomando: con más madurez de la que mucha gente ha tenido contigo en esta situación.