Este año para Halloween me voy a desnudar. No hay nada más terrorífico que todo lo que llevo dentro.
Igual que aquel año que fui a Sevilla vestida de mi misma, que no pareció gustarle a ninguna chica del lugar.
No es necesario que llegue Octubre para simular una pesadilla, en mi cabeza viven miles de ellas. Y en todas te pierdo.
Es curioso, pues le tengo fobia a la fobia. Pero... ¿seré yo mi mayor miedo? Porque mi mayor sueño siempre se convierte en pesadilla.
Miro al cielo convencida de que no habrá un vuelo con destino mis brazos, y el sol se apaga porque mis ojos se empañan de realidad.
Hago gala de mi mejor sonrisa y eco de mi peor lágrima, ninguna es suficiente para que vuelvas. Desisto. Por más que cierre los ojos y lo desee con todas mis fuerzas, no va a suceder.
Le susurro amor a una imagen que no se puede tocar, la fotografía de un sentimiento que no muere.
Si yo escribiera nuestra historia, incluso el bolígrafo sobre el papel lloraría.
Ahora... las únicas caricias que recibe mi cuerpo desnudo en la noche las produce el aire que entra por la ventana. Y hasta los grillos te lloran.
Vuelvo a la cama que más que mía era nuestra. Y sigue aquí todo lo que dejaste, lo que fuimos. Registro la almohada en busca de un cabello tuyo por tal de volver a tocarte, y hasta tu olor se fue hace mucho.
Pero ahí sigo, dándole vueltas a las vueltas.
El uso incorrecto del amor atrofia los sentidos. El correcto los potencia. ¿Por qué es tan sencillo errar?
Estoy enganchada en un quizás. Sin ti soy una sin-hogar. Se me ha metido, también, tu ausencia en el ojo. Ya nada depende de mi, o quizá depende todo. Según se mire.
Estoy llena de versos que nunca usaré.
Soñar es un deporte de riesgo. Y yo soy masoca. No me siento capaz de alejarme de ti, a sabiendas de que en el fondo sé que no volveré a verte, por más que lo grite y pelee.
Quise escribirte para canalizar mis emociones, y lo que estoy consiguiendo es aumentar el flujo del río que nace en mis ojos y muere en mi barbilla.
Puede que lo que expulse contenga todo lo que en persona no puedo darte, ya que tanto no me cabe.
Aun siendo triste, es hermoso, porque en la tinta está metida tu belleza.
He encontrado otra razón por la que denominarte como mi "bella durmiente", estás sumida en un sueño del que parece no despertarás hasta recibir mi beso de amor verdadero.
Y, acabo esta carta, tomando unos versos prestados de Alberti:
"Tú no te vas, porque mi amor te tiene.
[...]
Tú no te irás, mi amor, aunque lo quieras.
Tú no te irás, mi amor, y si te fueras,
aún yéndote, mi amor, jamás te irías."
Se me da muy bien, amiga. Placer en leerte.
ResponderEliminarAbrazos